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En la era digital, la protección de datos y la gestión de la reputación online se han convertido en dos caras de una misma moneda.

Si bien el ransomware representa una amenaza creciente para la seguridad de los datos, las consecuencias de dichos ataques van mucho más allá de la simple pérdida de información.

Para contrarrestar mejor la amenaza, es importante comprender de qué se trata.

Los ataques de ransomware ocurren cuando el malware, a menudo enviado por correo electrónico o descargado de sitios web comprometidos, cifra los datos del usuario o de la organización, haciéndolos inaccesibles.

Una vez que los datos están bloqueados, los piratas informáticos exigen un rescate, generalmente en criptomonedas, para proporcionar la clave de descifrado.

Los ataques pueden variar en complejidad, desde simples campañas de phishing hasta operaciones altamente coordinadas contra grandes organizaciones.

Independientemente del tamaño de las empresas, a lo largo de los años se ha producido un aumento significativo en el número total de víctimas de ransomware.

Según Statista, oscila entre el 55,1% de las organizaciones en 2018 y el 72,7% en 2023.

Cuando se publican datos tras un ataque de ransomware, las consecuencias pueden ser devastadoras.

Además de la pérdida inmediata de acceso a los datos, existe el riesgo de que esta información se venda o publique online.

Esto puede incluir detalles personales, financieros o información confidencial de la empresa.

La publicación de dichos datos puede dañar la reputación corporativa y provocar una pérdida de confianza por parte de los clientes, socios y partes interesadas.

Además, violar las normas de protección de datos, como el RGPD, puede dar lugar a sanciones legales y económicas.

Teniendo en cuenta todos los costos que enfrenta una empresa cuando es atacada por un ransomware, IBM estimó que el costo promedio en 2023 será de 4,45 millones de dólares.